Transito en Santiago y Segregación Social
Para la
mayoría de los santiaguinos que tenemos que utilizar el servicio de
transporte público, lo hacemos con cierto grado de indignación y
resignación al mismo tiempo; porque no es nada de agradable tener
que viajar todos los días apretujados en el Metro, o esperar y hacer
colas para tomar una micro del Transantiago –si es que el chofer se
digna a parar– porque muchas veces prefieren pasar de largo. Así
la ciudad del día a día –en la cotidianidad– se hace muy poco
amable y hasta desagradable. Todos los días sufrir el viaje desde la
casa al trabajo y después del trabajo a la casa.
Pero ¿Será
igual esta dura realidad para todos los santiaguinos?, algunos
pensarán que si, que a todos nos afecta por igual, a peatones y
automovilistas, el aumento del parque automotriz y la congestión de
las calles. Sin embrago, a pesar de que el tráfico y la congestión
de la ciudad también es un tormento para los automovilistas,
finalmente estos, sufren muchísimo menos que la gente de a pie, que
no le queda de otra que utilizar el transporte público y viajar en
condiciones indignas por decir lo menos.
La mala
calidad del transporte público, es un castigo a la ciudadanía
entera, por un lado incentiva la compra de más autos y aumenta el
problema de la congestión vial. ¿Que madre o padre de familia va
querer viajar todos los días con sus hijos en el transporte
público?, si es posible evitar esta desagradable experiencia, mejor
comprarse un auto usado a crédito, por que más vale mamarse un
taco, que mamarse el toqueteo, sobajeo, los olores y el vapor humano
de nuestro transporte público.
Pero
comprando un auto, aún que sea usado, ahí no se acaba el problema,
el problema es más estructural, es un problema de fondo, y tiene que
ver con la segregación económica y social, la cual se expresa en el
territorio y los espacios urbanos, y por supuesto, también se
expresa en el transito y en el uso segregado –y privatizado– de
calles y avenidas que deberían ser un bien público de acceso
gratuito y universal.
Una vez
más las políticas neoliberales y su racionalidad mercantil son
parte del problema de fondo, y no la solución del problema real. El
mercado funciona privatizando y mercantilizando los bienes y servicio
públicos, como en este caso la infraestructura vial, y de esta forma
la lógica mercantil excluye, o segrega a los que no pueden pagar los
privilegios de acceder a una autopista concesionada para evitar la
congestión vial. De este modo la pseudo solución es la venta de un
producto, una mercancía , el acceso a una “ventaja comparativa”
del viajar en “una autopista exclusiva”, “un acceso
privilegiado” pagado, para así poder evitar el funesto tráfico
de las calles públicas. Por lo tanto aquí opera el dogma
mercantilista neoliberal que se aplica en relación a todos los
servicios o bienes públicos, sean estos salud, vivienda, educación
o en este caso transito. Por un lado, el estado no asume la
responsabilidad de planificar, ordenar , administrar y garantizar el
funcionamiento adecuado de estos bienes y servicios públicos, por
que la máxima neoliberalista es reducir al máximo los gastos
públicos, y así dejar que se deterioren, se desvaloricen, o
derechamente mueran; y después llaman a privatizar y mercantilizar
los servicios públicos, atribuyendo una supuesta ineficiencia
intrínseca a la administración pública, en relación a la supuesta
supereficacia de la administración y la gestión privada de los
recursos.
Así el
ordenamiento vial de Santiago sigue una lógica economicista y
mercantil, por lo tanto las inversiones en infraestructura vial
surgen como soluciones de mercado, para sus clientes privilegiados,
es decir los automovilistas más potentados, los cuales quieren
viajar de forma expedita al aeropuerto, a la costa, a la nieve, o a
Chicureo. Para eso se construyeron las autopistas y túneles
concesionados para satisfacer al cliente VIP. Pero finalmente todos
-directa o indirectamente- terminamos pagando por utilizar bienes que
antes eran públicos, y que ahora que son concesionados (o
derechamente privatizados), y el servicio a la larga, por la magnitud
del problema de la congestión vial de Santiago, deja de ser una
solución efectiva, ya que las mismas autopistas privatizadas ahora
se están congestionando.
Pero lo
insólito es que para la ciudadanía de segunda y tercera clase, no
hay obras viales ni soluciones de transporte efectivo, se las tienen
que arreglar con lo que hay. Para nadie que viva de la plaza Italia
para abajo es ajena la desagradable experiencia de tener que viajar
para arriba en horario punta, cuando las vías reversibles facilitan
el tráfico de oriente a poniente. ¿Por que el gobierno –de todos
los chilenos– le da facilidad a ellos para que bajen al centro en
las mañanas?, y en la hora punta de la tarde les dan todas las
facilidades para que suban -de poniente a oriente- a sus casas?, Es
muy injusto. En esta ordenanza se refleja la segregación económica
y social de nuestro país. Se nota que los “honorables”
presidentes, ministros, senadores y diputados, no viajan en
transporte público, y no viajan de poniente a oriente en las
mañanas. Las políticas públicas en materia vial y transporte, no
tienen ni el mas mínimo sentido de empatía con el usuario común.
Da la sensación de que planifican y ejecutan desde el escritorio,
calculadora en mano, pero no se dignan a recorrer las calles y viajar
en transporte público para por último ver lo que se siente. ¿que
se siente perder entre 2 o 4 horas diarias en transporte?, ¿Que
calidad de vida es esta?!!!.
El
problema del transito en la ciudad de Santiago, no puede desligarse
del problema de la enorme inequidad social instaurada y naturalizada
en la sociedad chilena. La solución pasa por planificar y regular el
uso compartido de la ciudad, evitando segregaciones viales que
agudizan los problemas. Hay que desincentivar seriamente el uso el
automóvil, implementar un servicio de transporte público estatal
moderno, ecológico y eficiente, terminar con las mafias
transportistas que solo persiguen el lucro en el funesto
Transantiago. Aumentar la red y frecuencia del Metro, considerar que
es un transporte para humanos y no un tren de carga a granel. Es
imprescindible masificar el uso seguro de bicicletas, hacer una red
de ciclovias y hacer de esta ciudad una ciudad mas amable.
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