sábado, julio 11, 2015
Escribiendo encima para borrar la huella digital
martes, octubre 07, 2014
Transito en Santiago y Segregación Social
jueves, mayo 30, 2013
Interpretación del escupo en la cara de Bachelet.
miércoles, diciembre 19, 2012
Profecía Maya, el fin del Mundo y el suicidio colectivo:
signan el fin de este tiempo.
En estos malos augurios y rumores que hablan de catástrofes como tres días de obscuridad, terremotos, colapso de las comunicaciones y suministros de energía, en fin en todas estas supuestas amenazas a la humanidad, pareciera existir en el fondo una profunda sensación de malestar colectivo, un malestar social y espiritual generalizado. El año 2000 vivimos una paranoia similar a nivel mundial, con fanatismos religiosos y apocalípticos, sectas suicidas, grupos de creyentes que se despojaban de todos sus bienes y se guarecían y en sus bunkers antiatómicos o se preparaban para evacuar el planeta en naves extraterrestres o construían arcas como la de Noé para salvar del diluvio.
Pero parece que estos presagios apocalípticos esconden en lo profundo un fenómeno psicosocial que es recurrente a través de la historia y siempre nos ha rondado. Recuerdo una conversación que tuve con mi Nonna –mi abuela paterna– en la cual ella me contaba que sus padres –en Iquique– cuando esperaban el año 1900 estaban muy nerviosos, porque también en esa época corrían rumores de que se acabaría el mundo y vendría el juicio final. También me dijo que 10 años más tarde, todo el mundo volvió a angustiarse y a pensar en el apocalipsis cuando vieron al cometa Halley acercarse a la tierra. Pareciera que en este tema, en lo profundo, en el inconsciente colectivo de todos nosotros –siguiendo las ideas de Carl Gustav Jung– existe una imagen arquetípica del fin del mundo, que pre-figura este acontecimiento, así como también existe una imagen arquetípica del origen del mundo; y es así como existe una gran cantidad de mitos y relatos en diferentes culturas, así como de tradiciones religiosas y filosóficas que se articulan en función de estos arquetipos, por ejemplo, para nuestra civilización judeo-cristiana occidental los mitos bíblicos de la creación están en el génesis, y los del fin de los tiempos están en el apocalipsis y el juicio final; marcando los momentos-eventos míticos de un comienzo y un final, un momento de creación y su correspondiente opuesto (y necesario) momento de destrucción o final, y así se estructura el relato cronológico y lineal de la historia mítica de occidente. Pero lo interesante es que los nuevos mitos urbanos contemporáneos se adaptan a esta estructura mítica ancestral, solo que le agregan nuevos elementos a esta trama dramática, construyendo un relato hibrido en donde aparecen mezclados los mitos del calendario Mayas, los mitos de futuristas o de ciencia ficción de contactos extraterrestres, o el misticismo oriental del hinduismo, del lamaísmo o el zen, interpretado por un paradigma bio-energético-místico muy poco riguroso. Pero en el fondo, creo que en este último presagio de la profecía Maya, del fin del tiempo, de las tres noches de obscuridad o el mito seudocientífico o new age de la alineación de los planetas, el cambio del eje terrestre, las tormentas solares, la lluvia de fotones, o la inversión de los polos magnéticos, tal vez detrás de todas estas profecías catastróficas y malos augurios, existe un fenómeno de proyección psicológica de nuestras fantasías y nuestros temores, tal vez esta imagen del fin del mundo es una imagen de nuestro inconsciente colectivo, que ante el desgaste de nuestra civilización y su modelo político-económico-global dominante (el capitalismo depredador) y sus nefastos efectos sobre el medio ambiente y la humanidad), ante tanto egoísmo, tanta insensibilidad, tanta maldad y franca decadencia de la humanidad, nuestro inconsciente colectivo al no ver una salida plausible o viable, prefiere destruirlo todo de una vez por todas y lanzarse al suicidio colectivo –como dice Franz Hinkelammert–, y así de esta forma la idea del fin del mundo (de ahora) funciona como una metáfora de nuestra civilización contemporánea, que proyecta su suicidio colectivo en un final catastrófico predestinado, y de esta forma se absuelven las culpas y las frustraciones de todos nosotros por no encontrar una solución creíble a todos los grandes y urgentes problemas reales que debe enfrentar de forma responsable nuestra civilización en el presente.
martes, abril 27, 2010
Alebrijes, Demonios, Chamucos y Supay,s
En México las artesanías y el arte popular es muy vital tanto en el campo como en las ciudades, tanto en el Distrito Federal como en Oaxaca existe una tradición artesanal muy interesante y es la confección de Alebrijes , unas fantásticas esculturas en madera tallada, cartón piedra o papel mache y alambre. Estas esculturas representan a animales o demonios fantásticos, siempre pintados con colores muy fuertes - “bien chillones como dicen ellos” -; el origen no esta muy claro, algunos dicen que es la creación original de un artesano cartonero del Distrito Federal Don Pedro Linares quien en 1936 en un delirio producto de una grave enfermedad sueña con estos seres o personajes, que le dicen en el sueño que eran «alebrijes», y este después de sanar plasma los alebrijes como artesanías. Otros dicen que en Oaxaca los indígenas mixtecos y zapotecos siempre hicieron figuras como los famosos alebrijes de Linares, de hecho existen cerámicas precolombinas que parecen alebrijes( sobre todo representaciones del dios murciélago camazotz) ; pero sin duda en las últimas décadas con el éxito y fama mundial que han alcanzado los alebrijes mexicanos, hoy existen poblados en Oaxaca que se dedican principalmente a la confección de estas artesanías como San Martín Tilcajete y San Antonio Arrazola.
Pero básicamente se pueden ver dos tradiciones en la confección de alebrijes, unos de madera tallada y pintada al estilo zapoteco; y otras de cartón y alambre también pintados al estilo del DF. Cuando vivía en México, vi varias veces a artesanos o gente común y corriente fabricar su alebrije, desde entonces siempre quise confeccionarme uno pero nunca me dí el tiempo, ni tuve la paciencia de hacerme uno.
Entonces que tiene que ver el alebrije con todo esto ?, creo que tiene que ver con los actos creativos, realizativos (performativos), con la magia de la manipulación de objetos y paralelamente las operaciones mentales de visualización y proyección de estos demonios subconcientes; hacer alebrijes es un acto sanador (una terapia artística) que salvó al propio Pedro Linares de la enfermedad y la muerte. También intuyo cierta relación simbólica de los alebrijes, con las representaciones de los diablos andinos el supay, de los mineros aymaras de Oruro, el representado en las mascaras de la diablada - presente en los carnavales andinos - que al igual que los demonios mesoamericanos y afroamericanos, diablos mestizos y sincréticos (el chamuco), que a pesar de que en cierta forma se tornan como un equivalente al diablo judeo-cristiano, este no es del todo una entidad intrínsecamente mala, demoníaca, sino mas bien puede representar lo instintivo, lo pagano, lo pasional, lo oculto, lo peligroso, lo carnavalesco, lo subconciente, lo indígena, lo no domado, lo no católico, lo no occidental, lo otro, lo milenario, lo ancestral, lo animista, lo mágico, lo oculto pero presente y vivo como una realidad paralela ala realidad oficial. Los supay o supaya en la cultura andina también son los ancestros, los espíritus de la wakas, la fuerza que da fertilidad a la chacra; son una fuerza viva de la tierra.
lunes, marzo 29, 2010
Una crisis de los Cuarenta no asumida.
Cuando cumplí cuarenta me lo tomé a la broma, me sentía igual, - pensé que la crisis de la edad ya la había sorteado sin ningún problema – y que solo me había venido un pequeño bajón como a los los 35, y pensaba que ya era un tema superado esto de envejecer; - pero no- , la verdad era que no le había tomado el peso. De los treinta a los cuarenta el tiempo se fue en un abrir y cerrar de ojos, y ahora de sopetón ya soy un cuarentón no asumido, - que no me daba cuenta – hasta que por una parte empece a sentir cambios en mi cuerpo, y me sentí cambiado – mas deteriorado – no me reconozco en el espejo – ese no soy yo, o no quiero ser así – me decía - ; ¿ que tanto es la edad?, ¿que tanto es mi mala vida?, - los malos hábitos - el sobrepeso por ejemplo, producto de mi ansiedad crónica. También me empecé a poner muy canoso de golpe, el cuerpo me quería hablar, al principio traté de tomármelo con humor y cantaba con mi hija Amelia: “cuarentin-tin-tin cuarentón-ton-ton... tu papito regalón...”, pero en el fondo el humor no me sanaba, su tinte tragicómico no me hacía ninguna gracia. Trataba de tomármelo con humor pero no podía, la chaucha me cayo de sopetón... y no me quedaba mas que asumirme, y saber llevar esta etapa de la vida, no niego que me provoca cierta angustia, estoy apegado a la juventud como lo esta toda nuestra civilización y cultura occidental, pero no me ha dado por teñirme, ni por intentar rejuvenecer mediante dietas milagrosas, ni cambios radicales en mi estilo de vida, pensar en eso solo me provoca mas estress del que ya tengo - y mas no lo puedo manejar - ; así que entre en la onda de ocupar la energía de forma mas dosificada no tan atarantada, evitar los derroches y desgastes innecesarios, creo que no hay que destrozarse por las puras, por eso ahora primero pienso antes de actuar, por ejemplo ahora evalúo si vale la pena tomar toda la noche, y andar con cruda el próximo día, entonces pienso primero si vale la pena, si hay algún brillo que lo justifique, sino no, No. Entonces me guardo, antes por ejemplo iba a todas, ahora ya no no estoy para esos trotes. Sin embargo aún tengo ganas de disfrutar – como siempre – pero como que siento también el peso de la sanción social, por ejemplo, el año pasado fui con mi hermano Jaime, Lily y mi hijo Emiliano, al recital de PANICO en la Blondie, y lo disfruté - lo pasé la raja -, baile slam casi frente al escenario, y en un momento estuve a empujones y manotazos en la rueda, con puros cabros punkies que me decían: buena tío, o buena tata, entonces sentí que estaba haciendo el loco, y que era el único canoso en la volada, y me dije para mis adentros esta es mi despedida de estas lides, mi hijo me miraba con un poco de vergüenza o incomodidad. ¿ Habrá sido una performance muy patética ?, me cuesta verme desde afuera, ¿ síndrome de Peter Pan ? - eso sí sería patético – me dije – así que tendré que envejecer con estilo – me dije -, madurar, aprovechar mi experiencia de vida. Ando en una transición incomoda, no estoy en edad de seguir pareciendo un eterno universitario inmaduro, pero tampoco quiero parecer un adulto maduro sometido, un apoderado, un oficinista, un profesional acartonado, pero tampoco quiero que me vean como un jipy o bohemio pegado en el pasado..., como muchos me ven, como un irresponsable crónico.
Entonces en este periodo me puesto a pensar y repensar tantas cosas, evaluar lo que he hecho y sobretodo lo que no he hecho con mi vida, y sencillamente me aterré, me vino la ansiedad, el desasosiego patológico, y las ganas de disfrutar..... que el mundo se va acabar!!!, pero me encontré lleno de compromisos y responsabilidades, lleno de apegos y desafíos, y me sentí frustrado, no derrotado... pero si cansado, fatigado, asustado, el tiempo se fué demasiado rápido; y aun no soy un experto en dosificarme, en guardarme, en cuidarme, mas bien me gustaba mi estilo descuidado y apasionado, obstinado y perseverante... pero perseverar no sirve de mucho si uno es muy disperso, y si uno da muchos palos de ciego. Esta bien esto de la experimentación, aprender del ensayo y el error, pero como que me he quedado pegado en los errores, en el desparramo, entonces ahora como que me entro un bajón, ahora que no se bien donde concentrar la energía.
El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos, y todo parece recordarnoslo. El barrio cambio, los amigos cambiaron, los hijos crecieron, algo lo cambio todo de forma irreversible. Lo que pasó ya sucedió y no hay vuelta atrás; y las cosas seguirán cambiando, y la carga será cada vez mas pesada, es la ley de gravedad, o algo así; y yo no quería ser grave, ni tan serio. Pero ahora como que tengo la certeza de que es inútil gastar el tiempo en nostalgias, es tiempo muerto, estéril, ya desperdicie mucho tiempo recordando y revisitando el pasado. Fantaseando, arreglando el mundo y mi vida, en sueños. La realidad no esta tan mal, - es así simplemente -, de otro color, mas tenue, menos estridente, menos emocionante, mas monótona, mas piola.
El tiempo lento me acomoda mas, pero aun no me veo escuchando jazz y dejando de escuchar rock, pero si prefiero un buen vino conversado a los destilados uno tras otro. Si, quiero bajar las revoluciones y ojalá irme a vivir al campo, y visitar la ciudad y su acelere de vez en cuando. Esa idea me gusta.
Lo claro es que tengo que cuidarme, pero mi ansiedad desbocada - me hace comer como un demonio, y he engordado demasiado, y mas encima con el rollo de que no me puedo concentrar para trabajar y escribir, entonces, métale café y café, antojos y dulces, y ni aún así me siento estimulado; ni menos concentrado, todo esto me hace sentir mal, frustrado, desganado, y el solo saber que tengo que hacer dieta y hacer ejercicio entre tantas cosas, me estresa mas, y es un circulo vicioso.
Tal vez la madurez para mi es eso, el proceso de aprender a dosificar energías y deseos - templar mi voluntad- disciplinarme de buena gana – voluntariamente – sin sentirme sometido o derrotado – y finalmente creerme el cuento del maduro– para ser mas certero, eficaz, productivo, confiable – para solucionar los problemas animado, confiado y feliz.
martes, febrero 09, 2010
Mis Abuelos en México
Viajar a México para mis abuelos era un sueño hecho realidad, un sueño que compartían con mi madre que escogió a esta tierra para asilarse y buscar rearmar su vida deshecha después del golpe de estado en Chile. Mi madre y mis abuelos compartían ese imaginario de un México de charros, mariachis y canciones rancheras, el imaginario de las películas mexicanas de los años cuarentas y cincuentas, de Jorge Negrete, Pedro Infante, María Félix, Dolores del Río y tantos otros ídolos que aun resuenan en el campo chileno.
De bienvenida a mis abuelos, el barrio universitario les brindó un energético temporal con truenos, relámpagos y granizos. Mis abuelos venían a conocer a su nieto mexicano, que recién cumplía dos años - mi hermano Jaimito - que era un bebe exquisito; y su padre Jaime, el antropólogo mexicano estaba contento y radiante con su primogénito; Jaime todavía vivía con nosotros, y la relación con mi madre pasaba por un buen momento; sin duda, ese año era un año muy bueno, una año feliz y todo se estaba dando bien.
Nosotros estábamos de vacaciones, y salimos a recorre la ciudad con nuestros flamantes abuelos, ambos saludables, radiantes, esbeltos, cariñosos, una pareja muy linda, que llamaba la atención de todo el vecindario. Parecían actores de cine, muy elegantes, Mi abuela de pañuelo de seda al cuello, ambos de sobreros y gafas para el sol.
Recien llegados a México a mis abuelos no les costó nada hacerse de amigos en el vecindario; les gustaba salir de compras y conversar con todo el mundo, con el señor que vendía paletas, el barbas, con la señora que vendía tortillas en la calle, ellos tenían el don de la conversación amable y cortes, y así se hicieron amigos del Señor Lemus, el dueño de la Farmacia, a donde acudía mi abuela a comprar sus remedios. Mi abuela andaba comparando los remedios disponibles en Chile con los disponibles en México, y traía la cartera llena de pastillas Valium que traía de Chile, y se las enseño al señor Lemus diciendo, - tiene de estas pastillas - y el le dijó: - “Señora con eso que usted trae ahí puede hacer volar a la mitad de México” - y se largaron a reír; en tanto, mi abuelo se hizo muy amigo de un señor dueño de una taquería chiquitita “Carnitas Michoacanas”; este señor tendría la misma edad que mi abuelo, y conversaban sobre cine mexicano, política y deportes, a este señor le gustaba mucho el box, y conversaban, y reían , y un día mi tata Alejandro dijo voy y vuelvo y se arrancó con este señor a parrandear por allí, sin decirle a nadie, solo se que llegó tarde, y que la Abuela estaba muy preocupada, pero no se enojó cuando llegó, solo le tiraba tallas y mi abuelo se reía sin decir nada sobre su arranque; estaban los dos contentos disfrutando del viaje, con su gringa (mi madre) y nosotros sus nietos.
Luego Jaime invitó a mis abuelos a comer al restaurante el Arroyo, fuimos todos y lo pasamos genial, era un lugar muy entretenido estaba en las afueras de la ciudad y tenía un estilo charro, con mariachis y con una mini plaza de toros. Mi madre guarda aun las fotos de esa mesa larga, bien servida, con sus tequilas, aguas frescas y donde estamos todos sonrientes. Recuerdo que también fueron a las ruinas de Teotihuacán, fueron todos menos yo, por que me había peleado con mi madre ( no se por que, no me acuerdo, no tenía mucha importancia) el asunto es que no fuí con ellos, y yo quería ir, mi madre todavía conserva unas fotos geniales de mis abuelos en las piramides.
Después nos fuimos todos juntos a un viaje maravilloso a Acapulco, y después fuimos a San Miguel de Allende; recuerdo que en el camino, de noche, nos agarró una tormenta tropical, con mucha lluvia, mi abuela iba muy nerviosa en el auto, por que el camino estaba lleno de curvas y había muy poca visibilidad, entonces le gritaba a Jaime, - ¡¡¡ cuidado; curva peligrosisima !!! - por que había visto un letrero de precaución por una curva cerrada; Jaime y mi madre se rieron, luego todos nos reímos; pero después se vino una granizada tremenda, caían como pedradas y yo creía que se iban a romper los vidrios del auto – un Pacer de los setentas que parecía nave espacial con unos vidrios curvos inmensos – un auto que yo consideraba muy inseguro, sobretodo por que yo iba atrás en el porta maletas justo debajo de un cristal inmenso donde rebotaban los granizos gigantes, y estaba aterrado, y me tire sobre mi abuela que agarraba un rosario y se ponía a rezar. Jaime al volante con los nervios templados bajo la velocidad sin detenerse, para que no nos chocaran por atrás, no había nada de visibilidad y había que adivinar para no salirse del camino. La tormenta pasó, y luego todo se convirtió solo en una aventura del viaje.
Mis abuelos fueron invitados a casa de los abuelitos mexicanos, los papas de Jaime. Ese fué un gran acontecimiento, se llevaron de maravillas y congeniaron muy bien, fue una larga tarde de domingo hasta avanzada la noche. Reímos todos juntos, lo recuerdo como un momento muy feliz.