viernes, enero 16, 2009

La Partida


El año 1978, con mi hermana Carla nos mudamos a vivir con nuestra tía Sandra, hermana de nuestra madre, quien hacía más de un año que estaba fuera del país, primero nos dijeron que estaba en argentina, pero después nos enteramos que andaba por México, y que se pensaba quedar a vivir allí, y mientras tanto nosotros teníamos que esperar a que saliera la visa como refugiados políticos, y así viajar a reunirnos con nuestra madre; mientras tanto, con mi hermana menor habíamos estado deambulando de casa en casa, primero vivimos en casa de nuestros abuelos, después en casa de nuestra tía Marcela, y después en casa de tía Sandra, quién hace poco se había separado de su esposo, y tenía dos hijos menores que nosotros, nuestros primos Rodrigo y María José. Con mi hermana vivíamos en un régimen de excepción, totalmente fuera de la normalidad, no íbamos al colegio y ya estábamos perdiendo un año escolar. Nos costaba integrarnos al barrio de nuestros primos, los niños del pasaje Warren Smith de las Condes, nos miraban como bichos raros, nos decían que éramos pobres porque no teníamos ropa de marca y no teníamos juguetes propios. A nosotros poco nos importó por que jugábamos con los juguetes de nuestros primos. Durante la mañanas cuando nos despertaba la Marina en la madrugada, mi tía Sandra se iba a trabajar y mis primos se iban al Colegio Hebreo donde estudiaban; y con mi hermana nos quedábamos aburridos junto a Marina, la nana de la casa, con quien no me llevé muy bien desde un principio, porque era muy mandona y estricta, – ¡Deje esos juguetes de su primo por que los puede hacer tira, él no se los ha prestado! – me decía. Entonces salía al patio a jugar con las plantas, palitos y terrones. Me acuerdo que una vez hice una trampa con una caja de zapatos, y un palo amarrado con una cuerda, la cebé con migas de pan y me puse a esperar detrás de las ligustrinas a que se metiera algún pájaro a la trampa. Entro un pájaro muy torpe, un pichón regordete que apenas caminaba. Tire la cuerda y el pájaro quedó atrapado. Marina me estaba viendo y salió cuando atrapé el pájaro, - a ver déjame verlo - me dijo la Marina - , yo pensé que me iba a retar, pero no lo hizo, se reía y decía que en su pueblo veía de esos pajaritos, me pidió que se lo regalara, y yo le dije que no porque lo iba a soltar. Desde ese día nos hicimos amigos con Marina, la nana de la casa.


Afuera en el pasaje, en las mañanas, no había ningún alma. Entonces logre conseguir que Marina hiciera la vista gorda, y así yo podía sacar la bicicleta de mi primo al pasaje, lo que quería era aprender a andar en bici. Nunca había tenido una bicicleta; y en ese pasaje solo y a porrazos aprendí a andar en bicicleta. Mi primo Rodrigo tres años menor era un as de la bicicleta, y yo sentía vergüenza por no saber andar. Recuerdo que en ese entonces jugábamos a patrulla motorizada Chips; Rodrigo era John el policía rucio, y yo era poncharelo el policía latino de la serial de TV. Salíamos con nuestras motocicletas al pasaje, Rodrigo en su bicicleta y yo en un triciclo demasiado pequeño, en el cual no podía pedalear así que me las arreglaba y lo usaba como un monopatín, poniendo un pie sobre el eje trasero, y con el otro pie me daba impulso a grandes zancadas, y luego aprovechaba el vuelo para maniobrar y hacer piruetas. Debí verme muy ridículo como un niño grandulón en triciclo, mientras el resto de los niños de la cuadra andaban todos en sus bicicletas CIC. También jugábamos a los Ángeles de Charlie, al Hombre Nuclear y a Hulk el Hombre Increíble. Lo pasábamos muy bien con nuestros primos, fue una linda temporada, jugábamos todo el día. Pero nos sentíamos incómodos en casa ajena, a pesar de que nuestra tía Sandra siempre nos trató con amor, echábamos de menos a nuestra madre y nuestro hogar. A Carla le daban miedo las noches y no podía dormir, tampoco yo podía dormir, entonces nos poníamos a conversar y nos sentíamos muy unidos, muy cómplices de todo lo que nos estaba pasando. Estábamos muy ansiosos por viajar a México a vivir de una vez por todas con nuestra madre. Los chicos de la cuadra ya no nos creían cuando les decíamos que no íbamos al colegio porque estábamos esperando viajar pronto a México.


De un día para otro llegó nuestro padre, del cual tampoco teníamos noticia, sabíamos que se había ido a Brasil a buscar trabajo, salimos al cine, fuimos a ver la película Grease Brillantina de John Travolta y Olivia Newton-John al Cine, nos compró ropa nueva, y con mi hermana nos creíamos la muerte con jeans y chaquetas nuevas. Veíamos que nuestro padre conversaba con nuestra tía Sandra, y no entendíamos nada, pero sabíamos que algo importante y relacionado con nosotros tenía que ser. Luego nuestra tía Sandra nos dijo que ya estaba listo, que pronto viajaríamos a México con nuestra madre. La noticia me puso muy contento, pero también me daba mucha pena por dejar a mi padre, a quién pude ver muy poco por sus constantes viajes, y ahora que estaba con nosotros, nosotros nos íbamos finalmente para México, un país desconocido. Nuestro padre fue a sacarnos pasaporte y hacer los trámites para el viaje, el tenía que autorizar nuestra salida del país. Nuestros abuelos, tíos y tías, de ambas familias, paterna y materna, venían a casa de tía Sandra para despedirse de nosotros, se veían tristes, pero a mí me daba muchísima pena dejar a mi padre, pero también quería ver pronto a mi madre.


Carla se había organizado sola y sin permiso, una fiesta de despedida de Chile, y había invitado a todos los niños de la cuadra a una fiesta de disfraces. Entonces llegaron nuestros vecinos, algunos disfrazados y con regalos para nosotros. Fue toda una sorpresa. Fue una fiesta muy alegre y al mismo tiempo muy triste.


Nos fuimos al aeropuerto con nuestro padre, quien sollozaba muy triste, tratando de disimular sus lagrimas, pero él estaba de acuerdo con nuestro viaje, y estuvo ausente mucho tiempo, y nosotros no entendíamos porque. No entendíamos por que dábamos bote de casa en casa, y ya estábamos muy agotados de esa situación. Nos despedimos de nuestros familiares en los pasillos del Aeropuerto de Pudahuel, nunca olvidaré sus caras tristes y lagrimosas, nuestros abuelos, la Nonna, nuestras, tías, tíos y primos. Nos despedimos de papá en policía Internacional, allí nos acompaño un señor de terno y corbata, que era funcionario de ACNUR, este señor muy amable nos acompaño hasta la puerta del avión y les hizo firmar un papel a la tripulación del avión. El señor nos dijo que viajáramos tranquilos porque teníamos protección de las naciones unidas.
Sentados en el avión los dos solos con mi hermana, nos abrazamos y reventamos en llanto, un llanto muy profundo, un llanto del alma. Una señora de edad nos miraba desde la otra fila de asientos. Luego del llanto, escuche voces en ingles por alto parlante, no entendía, una azafata y un aeromozo estaban al frente explicando, como se debía poner un chaleco salvavidas que estaba debajo del asiento, me asuste, pensé que había una emergencia, y saqué los chalecos salvavidas, le coloque uno a mi hermana y me coloqué otro yo, en eso llegó una azafata alarmada diciendo – no, no, no , los chalecos son para emergencia, ahora no pasa nada!!! -, la gente del avión se reía y a mí me dio mucha vergüenza. La azafata nos preguntó si viajábamos solos, y nosotros le dijimos que sí. Desde entonces esa azafata nos atendió de maravilla, nos trajo dulces y nos regaló unos puzzles y juegos de cartón.


Acababa de cumplir recién diez años y mi hermana cumplía recién los ocho años de edad. Pero nos sentíamos más grandes, estábamos solos en un avión volando hacia una nueva vida. Aterrizamos en el aeropuerto de Ciudad de México, en la madrugada, nos sorprendió escuchar otra sonoridad en el habla. Todo el personal del aeropuerto, los guardias, los agentes de la aduana, todos hablaban como los de la vecindad del chavo del 8. Al otro lado de la puerta estaba mi madre llorando, con sus ojos negros por que se le había corrido el rímel que se le mojó en lagrimas, nos abrazó llorando y riendo, nosotros estábamos muy felices, muy felices. Mi madre estaba acompañada por una gran amiga chilena que vivió el resto de su vida en México, la Nana, Adriana Robino.


Nos subimos a un taxi que después volaba por el periférico a toda velocidad, la ciudad estaba desierta, todavía estaba obscuro y recién salía el sol. Una tremenda ciudad aparecía ante nuestros ojos, edificios gigantescos, autopistas, pasos de nivel. El chofer nos sonreía por el retrovisor, un mexicano moreno y panzón, de bigotes y con lentes obscuros; - Bienvenidos a México de los nopales – nos dijo. Bajamos las dos pequeñas maletas. Subimos al segundo piso del edificio. La puerta tenía un cartel dibujado y con letras de colores que nos daba la bienvenida. Entramos por primera vez a un departamento que sería nuestro hogar, ¡ todo parecía ser un sueño!, la mamá puso nuestras maletas en su cama, que era un colchón de dos plazas sobre el piso, abrió la primera maleta y sacó nuestras ropas, puros pantalones con las rodillas agujereadas, camisas desteñidas y sueters viejos de de lana, mi madre rompió en llanto y nos llevó a comprar ropa nueva esa misma mañana.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Guille, gracias por compartir tu historia, escribes bello! Me reí y también me emocioné.
Un abrazo!
Romina

ilien dijo...

guille....les envio un abrazo apretado, a pesar de la distancia del tiempo. Cierra los ojos y recibe este abrazo para ti de 10 años y tu hermana de 8, y asi ayudarles, aunque sea solo un poquito, a apaciguar esos coranzoncitos del desconcierto, el dolor y el miedo.

Anónimo dijo...

Ilien (no se quien eres !) muchas gracias por tus palabras.Por suerte las heridas - si llegaron a existir - ya estan sanadas, precisamente por el recuentro permanente, y el abrazarnos unos a otros....

cariños....

Anónimo dijo...

Que increible, hay partes de la historia familiar que ni tenia idea.
La nana de la sandra no serà una que imitaba su voz?

un abrazo
Cristo

Aynna Dannan dijo...

Hola Guille, me gustó mucho lo que ecribiste, si bien me quedé en Chile, tu historia me recuerda a mis primos que sin elegirlo (como muchos en la época), se fueron a otro país, a vivir el desarraigo, que finalmente se convirtió en amor inmenso por su nueva patria...

Me emocionaste.
Saludos

Anónimo dijo...

El Guille
Me imaginé todo, la parte que más me encantó fueron la de los juegos, es el disfrute a pesar de todo.
Te quiero mucho
La Pepey

Unknown dijo...

Conmovedor, admirable, qué bueno que lo pasaste a papel, y al final, cuánto tiempo más pasó hasta que nos conocimos? Un abrazo y um beso fuerte
Claudia RP

Gigi belle dijo...

se me salieron las lagrimitas, sniff, linda historia... gran historia.....

lameraverda dijo...

wow... hola!! casualmente llegué a tu blogg....la verdad muy bueno... qué crees? vivo en copilco 300!!! jajaja en el 6... tu historia es muy triste... debo admitir que mas de una lpagrima me sacaste... en fin... muchos saludos!!!

Anónimo dijo...

¡Que increible!...llegué por casualidad a tu blog...conocí a Nana Adriana Robino, una gran mujer que dejó a un hijo maravilloso al que adoro y es mi hermano. Me transporté en el tiempo y una época que creo marcó a más de alguien, me incluyo.